¿Cómo configurar el futuro del futuro tomando en cuenta el florecimiento de las cervecerías artesanales? ¿Cómo captar al público joven (millennial/centennial) acercando el vino para nuevos paladares? ¿Hay “temor” del mercado vitivinícola ante las masiva oferta de cervezas “gourmet”?
Una melange de esas tres preguntas fue el disparador para que varios sommeliers, enólogos y bodegueros se pasaran el micrófono y plantaran su postura en el último Gran Tasting del SommLab, realizado en la Usina del Arte.
Luego de una exclusiva cata de 14 vinos, elegidos por cada profesional circunscribiéndose a la última década de cosecha, los especialistas debieron poner el foco en el presente y debatieron ante la pregunta sobre el acecho de su rival espumante.
Entre ruidos de copas de cristal y murmullo vitivinícola, había un desafío latente. Se hizo silencio y, por ser el último en disertar, rompió el hielo el enólogo mendocino Matías Michelini, uno de los más vanguardistas en el ambiente. “Hay que empezar a tomar vinos más simples”, fue su punta de lanza de debate.
Según él, los vinos que pasaron por la degustación (desde un Luigi Bosca Gala 4 2008 hasta un Via Revolucionaria Bonarda 2018) hoy tienen la virtud de ser abordables, agradables, fáciles de tomar, y no tan complejos. “Los que estamos en el universo del vino no sé si le tenemos tanto miedo al mundo de la cerveza”, desafía.
Sin dudarlo, tomó la posta José Zuccardi, titular de Familia Zuccardi, sorprendiendo con su visión. “La cerveza tomó los códigos del vino. Son más diversas, con historia, y se están mostrando de otra manera”.
Este gran referente del Valle del Uco afirma que la cerveza corre un gran riesgo ante su veloz proliferación, ya que no le da un largo plazo a toda la artesanalidad que muestra. “Por eso pienso que debemos prestar atención a nuestro camino, el vino tiene cosas fantásticas para comunicar, creo que hay que desolemnizarlo, simplificarlo, ponerlo en valor y acercarlo al día a día de la gente”, determina.
Zuccardi sabe que el vino se alejó (por sus precios elevados) de la mesa familiar y eso -según él- le abrió puertas a otras bebidas, como la cerveza. “Tenemos camino por recuperar. Los argentinos estamos frente a bebidas insalubres, que nos alteran el paladar, viendo el lugar que las gaseosas ocupan en la mesa”, afirma.
Una mirada fresca y descontracturada acerca de esta bebida es la del enólogo Santiago Mayorga, que trabaja en Nieto Senetiner. “Hoy es difícil tomar el vino en las condiciones ideales de temperatura, lo que torna al alcohol más agresivo. Cuando los enólogos nos juntamos con gente que no sabe mucho de vino, no se anima a tomarlo como les gusta. Y me pregunto, ¿por qué no se puede tomar un buen vino rosado con hielo al borde la pileta? No está mal, hay que beberlo en un vaso de plástico con hielo y hasta con una rodaja de limón. No pasa nada, eso está bueno”, se sincera mientras los aplausos coronan el testimonio. ¿Gol de visitante?
El que coincide con esta visión es el enólogo y viticultor Leonardo Erazo, que trabaja para Alto Las Hormigas. “Creo que hay que descontracturar el vino. Yo recuerdo que, de niño, en mi casa formaba parte de la dieta del día y la noche, tomándolo con soda, y ahora eso lo fuimos perdiendo”.
Para contrarrestar la invasión cervecera y que la vid gane terreno, Erazo propone tomar el vino que “realmente nos gusta y de la forma que creamos correcta”. A desacralizar. “Yo no tomo cerveza, pero sí vino y, si es al natural o con un poco de soda, no hay problema. También en un asado con amigos, que sea algo simple, y si la comunicación se hace desde ese lado vamos a recuperar un pequeño terreno que perdimos”.